... pero tratamos de seguir con nuestras vidas de la mejor manera que pudimos.
(página 121)
Entre flores de cerezo, colores y aromas se desarrolla la historia de Sentaro, un hombre que trabaja en un local de dorayakis, un tipo de panqueque japonés (Doraemon), y que no ve la hora de dejar ese lugar. No pasan muchas cosas en su vida, además del trabajo, pasa sus días entre el alcohol y la plancha para preparar dorayakis, y aunque Sentaro no piensa en un futuro ni parece tener planes concretos, solo se aferra a la idea de cumplir con la deuda que lo mantiene atado al local y que cuando eso suceda será al fin libre.
Su rutina da un vuelco cuando Tokue, una anciana menuda con sus manos torcidas y el rostro con cicatrices, lo visita pidiendo empleo. Él no la toma en serio, pero ella insiste y le entrega un taper con una pasta de porotos azuki (el relleno de los dorayaki). Así, comienza a trabajar durante las mañanas con Sentaro, le enseña a preparar la pasta y se hacen amigos.
Es una historia triste, que nos habla de la esperanza y la felicidad. Retrata el paso del tiempo con el árbol de flor de cerezo que está en la calle, con las lluvias y el calor, como suele pasar con la literatura japonesa, la naturaleza tiene un rol importante a lo largo del libro, casi como si fuera un personaje más.
Se lee rápido. Su autor, Durian Sukegawa, nos cuenta todo lo que necesitamos saber sin exagerar en descripciones o en momentos que parecen de relleno. Su pluma es ágil y directa, pero al mismo tiempo poética, evoca imágenes muy bellas y a veces oscuras.
Trata sobre un hombre y una anciana que hacen panqueques. ¿Es tan profundo? Sí. Porque el fondo es sobre cómo la vida no es como esperábamos, sobre las injusticias, el prejuicio, la soledad y los errores, y la forma en que nos reponemos de eso y decidimos seguir viviendo, aunque muchas veces cueste y sea difícil. Seguir viviendo a pesar del dolor, las injusticias y las cosas que no podemos controlar.
Son dos personas que viven al margen y no pertenecen a la sociedad, en su amistad ambos encuentran significado, Sentaro quiere mejorar sus preparaciones y comienza a importarle su trabajo, Tokue se maravilla con las nuevas experiencias que le trae trabajar, algo que nunca había hecho y es feliz compartiendo con los clientes y las jóvenes que pasan a comer. Se hacen bien y se acompañan.
Los diálogos son interesantes, sobre todo cuando Tokue y Sentaro intercambian formas de ver la vida, ella, a pesar de ser mayor, muestra inocencia respecto al mundo, el cual viene acompañado de un profundo dolor y experiencias terribles, mientras que Sentaro es pesimista, pero al estar junto a ella se empapa un poco de la alegría de vivir.
"Todas las experiencias aportan algo a una vida que solo usted puede vivir. Estoy segura de que llegará el día en que podrá decir: esta es mi vida, mi propia vida."
Más de una vez sentí que ella me estaba hablando, que el mensaje de su voz traspasaba la historia y que me aconsejaba.
La liberación es un tema que se repite constantemente. Los protagonistas están, de alguna forma, atrapados, y es en su compañía en la que encuentran nuevos motivos para seguir.
Este libro nos habla sobre el regocijo en lo simple, sin importar en la posición social, el trabajo que uno tenga, o los logros. Aborda la forma en que podemos encontrar la felicidad en las pequeñas cosas y que toda vida es valiosa, que no estamos en el mundo para cumplir grandes propósitos, que una vida tranquila es igual de importante.
Es un libro que se impregna en ti cuando lo lees, la historia comienza suave y termina de un golpe, pero de alguna forma es un buen final, aunque te hace llorar (lloré más de una vez mientras lo leía).
Nunca me salto las notas de autor y la de este libro me gustó mucho, así que les comparto mis partes favoritas de las palabras finales de Durian Sukegawa:
Hay una razón por la que cada persona nació, sin importar sus circunstancias individuales. Pensaba en esto una noche, mientras observaba la delicada dispersión de las estrellas en el cielo de Tokio, cuando tomé la decisión de escribir sobre el sentido de la vida con una perspectiva fresca, en el contexto de la enfermedad de Hansen. (...)
Cada uno es capaz de hacer una contribución positiva al mundo a través de la simple observación, sin importar sus circunstancias.
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