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Un libro para llorar, uno para horrorizarse y otro para sentir que hablas con una amiga. Presento mis mejores lecturas del 2024 (mejor tarde que nunca jiji). 

De lo bueno poco, leí 13 libros en 2024, y si tuviera que recomendar, me quedaría con estos tres. Dorayaki de Durian Sukegawa, lo leí tres veces, Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica, lo devoré, me absorvió y sin duda lo volvería a leer y, siendo muy sincera, leería todo lo de Jazmina Barrera. 

Dorayaki de Durian Sukegawa

Expresé mi amor por este libro en esta entrada, pero aprovecho de decir que es una lectura muy reflexiva, silenciosa, que se mete en tu interior de apoco y no te das ni cuenta y pum, estás llorando. Siento que deja mensajes que perduran más allá del libro, es un llamado universal a apreciar nuestras vidas y la existencia. 

Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica

Heavy. Es de terror, incómodo porque presenta un mundo en el que es legal comer carne humana y hay criaderos y toda la cosa, me encanta que se desarrolla en Argentina. La pluma de esta autora me cautivó. También se pasa volando y el final es de alto impacto (yo lo amé).

Cuaderno de faros de Jazmina Barrera

Como dije más arriba, este libro es como hablar con una amiga. Ligero pero con reflexiones muy personales y al mismo tiempo colectivas sobre el viaje, leer y la vida en general. 

Espero que este año traiga más lecturas a mi vida, aunque estoy tratando de tomarme con calma la compra compulsiva de libros y quiero estar al día con mi lista de pendientes, estoy chata de tener una pila de libros que no he leído. Aprovecho de dejar por acá mi lista de metas lectoras para este 2025. 

  • Leer Moby Dick (lo abandoné hace años)
  • Releer más libros (para comprar menos)

Libros que quiero leer este año sí o sí, además de Moby Dick: Ana Karenina y Agnes Grey. 

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Dorakayi, de Durian Sukegawa. Chai Editora.

... pero tratamos de seguir con nuestras vidas de la mejor manera que pudimos. 

(página 121)

Entre flores de cerezo, colores y aromas se desarrolla la historia de Sentaro, un hombre que trabaja en un local de dorayakis, un tipo de panqueque japonés (Doraemon), y que no ve la hora de dejar ese lugar. No pasan muchas cosas en su vida, además del trabajo, pasa sus días entre el alcohol y la plancha para preparar dorayakis, y aunque Sentaro no piensa en un futuro ni parece tener planes concretos, solo se aferra a la idea de cumplir con la deuda que lo mantiene atado al local y que cuando eso suceda será al fin libre. 

Su rutina da un vuelco cuando Tokue, una anciana menuda con sus manos torcidas y el rostro con cicatrices, lo visita pidiendo empleo. Él no la toma en serio, pero ella insiste y le entrega un taper con una pasta de porotos azuki (el relleno de los dorayaki). Así, comienza a trabajar durante las mañanas con Sentaro, le enseña a preparar la pasta y se hacen amigos. 

Es una historia triste, que nos habla de la esperanza y la felicidad. Retrata el paso del tiempo con el árbol de flor de cerezo que está en la calle, con las lluvias y el calor, como suele pasar con la literatura japonesa, la naturaleza tiene un rol importante a lo largo del libro, casi como si fuera un personaje más. 

Se lee rápido. Su autor, Durian Sukegawa, nos cuenta todo lo que necesitamos saber sin exagerar en descripciones o en momentos que parecen de relleno. Su pluma es ágil y directa, pero al mismo tiempo poética, evoca imágenes muy bellas y a veces oscuras. 

Trata sobre un hombre y una anciana que hacen panqueques. ¿Es tan profundo? Sí. Porque el fondo es sobre cómo la vida no es como esperábamos, sobre las injusticias, el prejuicio, la soledad y los errores, y la forma en que nos reponemos de eso y decidimos seguir viviendo, aunque muchas veces cueste y sea difícil. Seguir viviendo a pesar del dolor, las injusticias y las cosas que no podemos controlar. 

Son dos personas que viven al margen y no pertenecen a la sociedad, en su amistad ambos encuentran significado, Sentaro quiere mejorar sus preparaciones y comienza a importarle su trabajo, Tokue se maravilla con las nuevas experiencias que le trae trabajar, algo que nunca había hecho y es feliz compartiendo con los clientes y las jóvenes que pasan a comer. Se hacen bien y se acompañan.

Los diálogos son interesantes, sobre todo cuando Tokue y Sentaro intercambian formas de ver la vida, ella, a pesar de ser mayor, muestra inocencia respecto al mundo, el cual viene acompañado de un profundo dolor y experiencias terribles, mientras que Sentaro es pesimista, pero al estar junto a ella se empapa un poco de la alegría de vivir. 

"Todas las experiencias aportan algo a una vida que solo usted puede vivir. Estoy segura de que llegará el día en que podrá decir: esta es mi vida, mi propia vida."

Más de una vez sentí que ella me estaba hablando, que el mensaje de su voz traspasaba la historia y que me aconsejaba. 

La liberación es un tema que se repite constantemente. Los protagonistas están, de alguna forma, atrapados, y es en su compañía en la que encuentran nuevos motivos para seguir. 

Este libro nos habla sobre el regocijo en lo simplesin importar en la posición social, el trabajo que uno tenga, o los logros. Aborda la forma en que podemos encontrar la felicidad en las pequeñas cosas y que toda vida es valiosa, que no estamos en el mundo para cumplir grandes propósitos, que una vida tranquila es igual de importante. 

Es un libro que se impregna en ti cuando lo lees, la historia comienza suave y termina de un golpe, pero de alguna forma es un buen final, aunque te hace llorar (lloré más de una vez mientras lo leía). 

Nunca me salto las notas de autor y la de este libro me gustó mucho, así que les comparto mis partes favoritas de las palabras finales de Durian Sukegawa:

Hace veinte años yo era vocalista en una banda de rock y tenía un programa de radio nocturno. Los jóvenes de todo Japón me llamaban para contarme sus dolores, penas, deseo y sueños y, a mi vez, yo les preguntaba: ¿en qué consiste la vida?

No buscaba una respuesta, solo quería que pensaran sobre esto. Lo que me decían, sin embargo, siempre era similar, algo como: “Nací para ser un miembro útil de la sociedad. Si no lo logro, la vida no tiene sentido”.  Este sentimiento es algo muy común, incluso admirado, en Japón. Yo nunca pude aceptarlo. (...) Algunas vidas son muy cortas y otras están llenas de dolor. No puedo evitar pensar que es brutal decir que las vidas de las personas deben aportar utilidad a la sociedad como criterio para medir su valor.

Hay una razón por la que cada persona nació, sin importar sus circunstancias individuales. Pensaba en esto una noche, mientras observaba la delicada dispersión de las estrellas en el cielo de Tokio, cuando tomé la decisión de escribir sobre el sentido de la vida con una perspectiva fresca, en el contexto de la enfermedad de Hansen. (...)


Cada uno es capaz de hacer una contribución positiva al mundo a través de la simple observación, sin importar sus circunstancias. 


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domingo, 11 de agosto de 2024

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